LOS INICIOS DEL MARKETING EN LA PESCA
Hoy, en una de mis últimas publicaciones en esta red social, un buen amigo, me ha recordado una evidente realidad referente al mundo de la pesca, la introducción del marketing en ella. Gracias, Luis!
Esto me hizo recordar un episodio que, como a muchos de vosotros, en más de una ocasión, os habrá pasado o al menos algo muy parecido. Os cuento la historia.
Imaginaos un soleado día primaveral de pesca, el escenario era el Pantano de Torrejoncillo, cercano a la población de El Pedroso.
Un escenario idílico y más pescando desde el muro de retención de este pequeño pantano (cuando lo permitían) cuya profundidad a 11m de distancia, recuerdo estaba alrededor de los 4 metros.
Tengo que decir que, en aquellos días, se empezaba a ver el proceso de modernización y adaptación a los nuevos materiales de pesca que cité en el anterior articulo, dedicado a "La Pesca a la Vieja Usanza. Cañas enchufables, recién estrenadas, panieres ya con plataforma y cajones laterales, bandejas porta cebos, soportes para sombrillas, sacaderas, tiradores y un largo etc. de cacharros que más que nada, aparte de dar su servicio para algunos de nosotros, ahuyentaban al pescador autóctono que se quedaba mirando cuando pasaba detrás de ti y que siempre, acababa alejándose de la zona.
Volviendo al Tema, esa agradable mañana, me acompañaban, por causalidades de la vida, otros tres cañistas, con las mismas formas y modos, pero no habíamos quedado. Cada uno se puso en su sitio, a unos 12 o 14 metros más o menos unos de los otros y yo, que llegué el último, me alejé unos metros más de este último, dejando un poco más de espacio entre él y yo. La razón, pues que entre los dos, había un pequeño e incomodo saliente de piedras en el que no quise asentar mi panier, pero que no se diferenciaba más de un metro, de los demás puestos de la recta orilla, que forma el muro de retención.
La intención pescar tencas o al menos, a eso fuimos todos, pero las tengas ni por el forro se veían. Carpas y más carpas iban entrando en los rejones (usados para conservar a los peces con vida, que por suerte, a día de hoy, ya no los utilizo). hasta ahí, todo correcto.
Llegando las diez de la mañana se acerca a nosotros un hombrito (expresión muy extremeña que designa a un hombre sencillo) con una moto, Mobilette campera de color naranja, parece que lo estoy viendo. Portaba en el portamaletas una caja de plástico de estas de la fruta y con todos mis respetos, dicho quede, portaba dos cañas de estas telescópicas de mercadillo con sendos carretes Sagarra. El hilo directo hasta el anzuelo, calculo de 0,30 de diámetro para adelante y montaba dos boyas grandes de corcho, de estas "peroleras" que, como pude comprobar minutos más tarde, ni por asomo estaban plomeadas.
Amablemente, este señor, me pidió si podía ponerse en aquel puesto que yo no quise coger por incomodo, entre medias del ultimo pescador y yo. A mi que, personalmente me gusta escuchar a la gente mayor, siempre aprendiendo de ellos, escuchando sus vivencias. Le dije claramente que lo hiciera, es más, viendo sus apaños, pensé aquel día que, como era de la vieja escuela y yo ya tenia tanta carpa, viendo la amabilidad del hombre en la agradable conversación conmigo, lo mismo, si me pedía algún pez para llevárselo para la cena, no le iba a poner ninguna pega.
Mis compañeros de orilla, que alguna carpa también sacaban, recelosos de lo que veían, estaban extrañados al ver la escena de este hombre y el montaje de su tosco y para ellos, anticuado equipo.
A si que, montó su anticuado equipo, su vieja caña, un puñado de lombrices que saco de su caja de plástico, metidas estas, en un viejo bote de lata de conservas y se puso a pescar. Levantó su caña, le dio un metro de profundidad más o menos a su aparejo, por llamarlo de alguna manera y lanzó.
El cebo universal, la lombriz
Pues.. bien! Al cabo de media hora, mis compañeros de al lado, con sus largas enchufables, picadas ni las veían. En mi caso, tenia algo más de suerte de vez en cuando, alguna carpa sacaba, ya , no tantas como antes. Pero, este hombrito (cariñosamente hablando) en media hora, llevaba ya cinco tencas algunas de más de medio kilo.
Mis compañeros matutinos de pesca, extrañados al ver esto, dijeron que ya no pescaban más, estaban cansados y se fueron un poco entre avergonzados y humillados al contemplar la escena, aunque nunca después lo reconocieron.
En mi caso, sinceramente, disfruté de la escena, del como y el porqué, de la lección de humidad que nos dio este hombre sin que él lo percibiera. Que gran aprendizaje tuve aquella mañana! y, con que satisfacción más placentera me vine, aunque nunca supe a ciencia cierta, que pudo pasar por la mente de aquel hombre, aquella mañana, viendo el resultado de su proeza.
Y es que.. como suelo decir, "Nada es lo que parece"!
Saludos y hasta pronto!.
Kily