Muchos son los días, por motivos de trabajo, en los que visito todas y cada una de las localidades de la Sierra de Gata que, últimamente, algunos de mis compañeros habituales de pesca, se preguntan el por qué, si al llegar el fin de semana, aun sigo con intenciones de subir de nuevo a sus inmediaciones.
No sé si, es por una extraña magia que rodea de encanto sus ríos, riveras y arroyos o es que la situación del entorno me hace fusionarme entre su naturaleza y disfrutar cada uno de los innumerables y vírgenes rincones.
Sea como sea, tras varios fines de semana subiendo a pescar empezando a tentar, primero la boga y el cacho y después el barbo entre las aguas de sus riveras, empieza a despertar en mí, una sensación de tranquilidad, bienestar y embrujo hacia estos parajes difícil de explicar.
Pescar en sus orillas, me ha vuelto a recordar tiempos de mi niñez, cuando pescaba bogas y barbos en las aguas del río Árrago, a su paso cercano a la localidad de La Moheda de Gata.
Aparcando las largas enchufables, las caprichosas inglesas y largas boloñesas en su estantería en la cochera, desenfundo las casi olvidadas fijas y boloñesas cortas del corrido y como no, mi preciada telerregulable, para evitar en muchas ocasiones el devaneo entre enganches de ramas y helechos de sus orillas, Todo vale si se hace bien y sin prisas, todas desempeñan su segura función.
Detrás de cada corriente, de cada tabla, de cada poza, de cada remanso de sus riveras de salubres aguas, se esconden infinidad de oportunidades que aunque, raras veces aprecias lo que hay bajo su superficie, intuyes que, en cualquier momento la picada del pez buscado va a llegar.
En cada tabla, en cada pequeño remanso, está la deseada oportunidad de que, un entregado pez, efectúe una picada y te haga disfrutar en el momento de su captura y posterior suelta.
Las espumosas aguas de las sostenidas corrientes, acaban tranquilizándose en los seguidos remansos que albergan todo tipo de especies autóctonas, entre las que se encuentran barbos, bogas, calandinos, cachos y preciosas farios, así como algunas tan sorprendentes como los "escalos", que tuve el placer de capturar en días pasados un bonito ejemplar cuando tentaba el barbo.
Una simple V rotatoria enroscada sobre una simple pica, hace las veces de rodillo provisional sin ningún tipo de problema para deslizar hacia atrás la caña.
La utilizo más que nada en cauces muy estrechos, donde el pez está en la corriente, con una corta línea y sin flotador, una simple tirita de bolsa de plástico sobre la línea cercana a la puntera, hace la función de señalizador o marcador de la oblicuidad de la línea en la corriente, si se coloca correctamente delata perfectamente la picada aunque sea de un pequeño pez.
Un pequeño plomo unido este, al emerillón que une el bajo de linea, empujados ambos por la corriente, son los encargados de hacer bajar el cebo hasta el fondo y hacer llegar al pez su comida de la forma más natural posible.
Río abajo
La situación cambia totalmente cuando lo que se pretende es buscar al pez a lo largo del cauce del río, aquí, el factor sorpresa es decisivo, lo importante más que nada es no hacerse notar.
Pescando río abajo la situación es diferente, las cañas son de corrido y casi siempre van provistas de carrete, siendo las más recomendables para estos tramos entre cuatro y seis metros, aunque sin lugar a dudas. la mejor adaptada a este medio es la boloñesa telerregulable, pues nos da la opción de adaptarla a la longitud deseada en cuestión de segundos. Esta caña está montada con unos anillos elásticos de tensión, presionando debidamente unos tramos con otros, evitándoles con ello su desplazamiento.
En estas aguas, cualquier especie de pez, si se pesca con anzuelos no demasiado grandes, puede entrar a nuestro cebo, La oportunista trucha de fario, en ocasiones nos recuerda que siempre está ahí, aunque no se note, picando sobre todo en las primeras horas de la mañana.
Algunas capturas del día, devueltas al agua nada más ser fotografiadas.
En estos espacios naturales donde el pez, lo nota todo, lo ve y siente, es muy difícil pescarlos dada la claridad de sus aguas y el reto, precisamente esta en ello, en sacar al menos una jornada de pesca cuanto menos provechosa, aquí las certezas son pocas y los cambios en acción de pesca continuos.
Toda técnica vale si se hace bien, lo de menos es la cantidad y estos cauces te dan rienda suelta a la imaginación y al desarrollo de llevar a cabo la jornada de pesca. Miras el entorno y te das cuenta de los mucho matices a los que les puedes sacar provecho.
Un simple trozo de rama que flota de unos centímetros, unida a nuestra linea, hace la función de transportar nuestro cebo y señalar a la vez la posición por donde esta pasando en la corriente, siempre encaminado este, hacia el escondrijo de la astuta trucha. Esto es algo que, no le hace desconfiar tanto a la hora de picar, esta acostumbrada a verlo a diario flotar en el río y no se asustará tanto como si usamos una colorida y técnica boya.
Si la corriente es sostenida uso como flotador, las bogallas de los robles, al natural, perforadas en su interior y con una pequeña antena y sin más retoque que un barnizado mate, que no difiera mucho de su aspecto natural.
Un pequeño trozo de tira de plástico pasa casi invisible, atado a nuestra línea, si no toca el agua en la pesca al tiento.
En una corriente lenta, pescando sin lastre alguno, un trozo de tallo seco de gamonita, perfectamente lacado, hace de señalizador a paso de linea.
Pescando al tiento
Es otra forma de vivir la pesca, es poner en practica nuevas ideas, desarrollarla sin ningún seguimiento fijo o continuado, la improvisación es la formula, exponiendo conocimientos y tu personal experiencia. El río se muestra ante ti, si lo escuchas y observas, acabarás conociéndolo, aprendiendo de él, no hay un claro párrafo que lo explique, solo un propio y personal instinto unido a un labrado sentido del agua.
Pesca en corrientes en uno de los tramos del alto Árrago
La buscada imagen de un hermoso pez capturado en la corriente es premio más que suficiente para sentirse a gusto con el trabajo bien hecho y con ganas de seguir aprendiendo de sus aguas.
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