sábado, 8 de julio de 2017

EL BARBO TRAVIESO



                  Embalse de Torrejoncillo, conocido más comúnmente como embalse del Pedroso

 Cada fin de semana durante el periodo de primavera y verano, en las horas más frescas del día se llenan sus orillas de pescadores con largas cañas de pesca, practicando la pesca al coup. La mayoría de ellos lo hacen tentando a los peces con cañas telescópicas, que a menudo, en sus lanzados, se oyen los silbidos de la propulsión cuando cortan el aire como vulgarmente se dice.

 Practican esta pesca, tentando sobre todo a la boga y en ocasiones, más próximos a la rivera la preciada tenca. En este pantano también hay carpas, tanto comunes como royales, basses, algunos percasoles y muy escasos barbos.

 Pero el relato de hoy, precisamente es sobre esos escasos animales que en él habitan, los barbos" y en especial, un bonito y escaso pez, que a mi modo de ver, el más bonito de los barbos, el cabecilargo, conocido por los viejos pescadores de sus riveras como el "barbo travieso".

Este precioso pez tiene una librea en estas aguas parduzca, casi marrón, fuertes aletas y un cuerpo alargado y musculoso; bien pudiera ser un híbrido entre el barbo común y el comizo o "bocera" como normalmente se les llama por estas tierras.

 Conversando con Miguel, un veterano pescador de esta tierras, ya de avanzada edad, pescador purista donde los haya, que cada martes me lo encuentro en el mismo sitio, tomándose su siempre matinal  "sol y sombra" acompañado de su pequeño puro que, quizá sea, de lo pocos momentos que se sienta a gusto al cabo del día.  Me atrevería casi a decir que, esperando a que llegue yo, a hacer mi trabajo y conversar un poco de pesca, esa pasión que siempre le encantó y que ahora por circunstancias de la edad, tiene que dejar de lado.

 Me habla de sus días de pesca y caza de joven, de los pescadores de red que entonces había en su pueblo y que vivían de pescar y vender peces, pescadores del Tajo, antes de ser embalse de Alcántara, de sus tácticas, de sus cebados con los "angostos" (langostos) de las mangas que usaban para capturarlos entre el pasto, de como cebaban  con la hogaza de pan por la noche y de como tiraban la red o el trasmallo hubicándolo hacia en remanso donde iba a parar el cebado, para recogerlo lleno de peces al amanecer.

 Me encanta oírle, me gusta aprender de esta sana sabiduría que siempre me fascina el saber más sobre ella y que como un niño con los ojos abiertos veo en sus palabras la ternura del maestro que entiende que su pupilo quiere escuchar.

 Pero hay algo que en especial a mí me gusta escuchar, y es que me hable de un pez, el barbo desconfiado y huidizo, al que llama barbo travieso, posiblemente sea un barbo común con la cabeza más alargada y el cuerpo más largo de lo normal en proporción a su peso, posiblemente sea un cabecilargo o posiblemente, no sea más que un  híbrido que lleva en nuestras aguas muchos años y que pocas veces antes se le presto atención, pero para él es "el barbo travieso", porque así lo llamaban los antiguos pescadores del Tajo, que de joven, él mismo conoció y a los que muchas veces, vio pescar.



Tras muchas hora de pesca en este pantano, días y días, tan solo había visto capturar uno de pasados los dos kilos de peso, que había conseguido capturar mi compañero de pesca Antonio Sanchez  "el ceclavinero", en una jornada el año pasado pescando con caña boloñesa en este pantano y claro, al final, yo después de probar y probar, también un día del mes de Junio, yo también conseguí capturar es estas aguas, mi precioso barbo travieso.

 La tarde de pesca

 Calurosa tarde  de finales de Junio, de esas que poco apetece salir de casa, a esto de las cinco de la tarde, el termómetro aún marcaba los 38 grados. Sin embargo, tras una semana dura de trabajo decidí relajarme en el mundo en el que me absorbe todos mis agotamientos mentales y disfruto solo únicamente de lo que tengo delante, mi puesto de pesca. la pesca tiene estas cosas...
 Con un viejo y practico panier y un funda pequeña en la que metí, una sombrilla de tela, dos cañas inglesas y el mango de una sacadera, decidí pasar la tarde de pesca pescando en este pantano.

 La zona elegida fue la cómoda carretera vieja, con puestos de pesca de poca profundidad pero de muy fácil acceso a los pesquiles,
 Las cañas para esta ocasión dos cañas de acciones diferentes, una acción parabólica de potencia de lanzado de 2 a 8 gramos y otra de acción media de 8 a 16 gramos.

 El flotador elegido para este día, para la escasa profundidad que rondaba los dos metros a unos 30 metros de la orilla, fue el simple flotador de varilla, o tipo insert, uno de mis preferido flotadores o wagglers de pesca a la inglesa, sensible, delicado, perfecto marcador y de posicionamiento perfecto si se le gradúa debidamente. Un sencillo delatador de picada si se le conocen bien todos sus movimientos una vez es ajustado.

                                         
Flotadores tipo insert o de Varilla

 Su delicado cuerpo está fabricado de madera de balsa y algunos de ellos están semi plomeados en su parte inferior o su base, su lastre máximo no suele sobrepasar lo 7 u 8 gramos. Es uno de los flotadores más sencillos y prácticos de usar, sin embargo, si la pesca se realiza a cierta distancia de la orilla, es difícil de controlar sobre todo al hundir el sedal, si este no es de cierto peso y con buenas condiciones de sumergiblidad, ya que su lastre es escaso y dificulta en gran mediada, sobre todo en días de aire lateral, su hundimiento y acción rápida de pesca.

 Su plomeado, lo realizo en los gramajes más pequeños con plomos stilk y en los más voluminosos, con plomos esféricos, a modo de emplomaduras en forma de rosario, en acabado inferior descendente, o lo que es lo mismo, utilizando y situando los más pequeños, más cercanos al anzuelo.

 La simple mezcla para el precebado estaba compuesta de pienso de pollo, harina maíz y pan molido  con colorante amarillo, a lo que le añadí un bote de maíz y un puñado de larvas de moscarda (asticot)
 Una vez sondeado sin prisas el pesquil y humedecida la mezcla, hice pequeñas bolas que lancé con un tirador a un puesto de pesca a unos 25 o 30 metros más o menos de la orilla.







 Con un aire a favor, algo que realmente te facilita  el lanzado pero te incomoda en el puesto  por que no suele ser un buen presagio de inicio de jornada de pesca, me dispuse a pescar después del cebado de inicio, y quizá lo hice aquí, y de esta forma, por comodidad, aunque sabia que de la forma en que empujaba el oleaje, había poco que hacer

 La dificultad de la extracción de los futuras capturas, era algo evidente viendo como estaban las orillas de gramas y de vegetación sumergida, habiendo varios metros en la orilla de esta liante gramínea.


 Aunque un poco disconforme con la situación del puesto de pesca y el aire por la espalda, me dispuse a pescar. Llevaba ya media hora y estaba empezando a dudar sobre el planteamiento de mi tarde de pesca. Sin embargo, en la otra orilla saltaban grandes carpas  y la presencia de muchas aves acuáticas me hacia tener poca fe en el cómodo pero hasta entonces poco productivo  puesto de pesca.

 Sin embargo un golpe de aire, cambiándose la dirección del viento, ahora soplaba lateralmente. Cambió en unos momentos el escenario de pesca, pequeñas carpas una tras de otra entraban al reclamo de mi cebo. La tarde al menos se había puesto entretenida, que aunque no eran las picadas muy continuas me hacían estar alerta  y leyendo mentalmente  todos y cada uno de los incesantes vaivenes y movimientos del sensible flotador, 




 La tarde por momentos daba señales de cambio, el oleaje se elevaba y el empuje lateral era cada vez más fuerte obligándome a poner un par de plomos de arrastre del montaje para evitar un excesivo desplazamiento del flotador en el pesquil. Las primeras gotas de agua caen sobre el terreno y me obligan a recoger momentáneamente el puesto de pesca.
 La tormenta pasa, y tras unos minutos vuelve la calma al escenario. El aire cargado con olor a pasto mojado, que con calor parece agradarme, vuelvo a la pesca.

Tras varios minutos sin ver picada alguna, las pequeñas carpas no dejan de saltar en el puesto, alrededor del cebado. Sin embargo, como por arte de magia, acaban desapareciendo todas y vuelvo a ver delante de mi un escenario triste y con poca actividad.

Las carpas grandes de la otra orilla ya no saltaban tampoco, pero eso me hizo estar aún más atento del flotador, presentía que cerca del cebado había algo y pensé que podía ser un banco de peces más grandes o algún depredador de buenas dimensiones, sin embargo por un momento viendo el flotador me hizo un extraño, un amago que se dice cuando intuyes que hay algo cerca del cebo, perdió estabilidad, emergiendo por un momento y se volvió a quedar como estaba. Algo había bajo él y yo lo sabia.
 Tras un minuto que se te hace una eternidad, (si vives la pesca como realmente la sentimos cuatro locos pillados por su encanto) intuyes una sensación que sabes a ciencia cierta, que algo va a ocurrir.

Un brusco tirón sobre el flotador lo hace rápidamente desaparecer y el antireverse del carrete gira, controlado pero muy rápidamente soltando hilo sin saber cuando va a terminar esa maniobra de marcha atrás.

 Buena pieza si que parecía, pero con un gran cabeceo perdía metros hacia la orilla arrastrado por el fondo todo su cuerpo. Era raro, carpa parecía por el cabeceo que traía, pero por otro lado, venia por el lecho sin querer subir arriba como lo hace la carpa cuando se ve obligada a llegar a a la orilla.

 Minutos y digo, minutos más tarde sin obligar a la pieza ya que con un bajo de 0´12 no se podía pedir mucha resistencia entre la hierbas de la orilla en las que se enredó,y que por suerte sola salió, acabe viendo un hermoso pez delante de mi puesto, un barbo cabecilargo se negaba a entrar en al sacadera.
 Era el pez del que me hablaba Miguel, el barbo travieso, el escaso pez que aun habita en este pantano y del que se han contado aquí, que yo sepa, poquísimas capturas.



No es que fuera una gran captura, he sacado muchos y más grandes, pero era este pez, el que buscaba hace tiempo, del que Miguel me hablaba y hoy, con un golpe de suerte había logrado capturar, al que hoy le quiero dedicar estas lineas y que seguro este próximo martes, le encantará ver la foto de un todavía vivo y escaso pez, al que él, en sus días de pesca mucho pescó.

Kily.


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